Las inclemencias del tiempo nos azotan. Si hace frío, no hay gas. Si hay niebla, se suspenden los vuelos, las empresas aéreas no informan a los pasajeros, alguno surte a algún empleado que no tiene explicaciones y el sindicato convoca a un paro por “falta de seguridad”.
El sentido común indica que nadie tiene la culpa de que haya niebla, pero sí alguien debe ser responsable porque no haya radares de tres dimensiones que permitan aterrizar en cualquier situación climática. Y, ojo, no estamos hablando de algún invento macabro de la modernidad.
Los radares 3D permiten desde hace décadas la utilización durante todo el año de las pistas de aeropuertos tan transitados como los de Chicago, donde en invierno puede haber 15° bajo cero, o en Londres, donde la niebla es cosa de todos los días. Pero, claro, por alguna razón en el país de la improvisación de eso no se habla.
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